Katie Fang, la influencer de 19 años que pasó de ser camarera a convertirse en multimillonaria destacada por Forbes

Cualquiera puede subir un video a TikTok, pero pocos se vuelven virales. Y aún menos logran sostener miles de reproducciones y convertir la plataforma en una fuente de ingresos. Mientras algunos cobran por enseñar cómo “dominar el algoritmo”, otros consiguen ganar millones sin invertir un solo peso… Sólo siendo auténticos.

Esa parece ser la fórmula de Katie Colmillo, más conocida en redes sociales como Katie Fang, una influencer de 19 años que comparte fragmentos de su vida cotidiana con sus más de 7 millones de seguidores.

Ese contenido —capaz de sostener, en promedio, más de un millón de visualizaciones por video— le permitió generar alrededor de cuatro millones de dólares en colaboraciones con marcas durante el último año, un rendimiento que la llevó a integrar la lista los multimillonarios más jóvenes menores de 30 años del mundo 2025, elaborada por Forbes.

Hoy, la vida que exhibe en redes se reparte entre viajes, planes con amigas, recomendaciones de productos de belleza de todo tipo a través de sus clásicos “Prepárate conmigo”, el formato que la impulsó a la fama en TikTok y que consiste en arreglarse para el día que tiene por delante mientras cuenta historias de su vida cotidiana.

Su rutina es la que muchas chicas de la edad de sus seguidoras desearían tener. Sin embargo, hace apenas dos años, la realidad de esta creadora de contenido nacida en Taiwán era completamente distinta, incluso “miserable”, según sus propias palabras.

En enero de 2023, Fang publicó un video en la red social titulado “POV: Me llamaron del trabajo”, donde retrataba una crisis existencial mientras se maquillaba tras recibir un llamado de la cafetería en la que trabajaba como camarera, en un día lluvioso que no le correspondía cubrir.

El posteo acumuló 33 millones de visualizaciones en apenas dos meses y hoy supera las cuarenta.

Después de ese primer éxito, Fang subió un tutorial de maquillaje y, poco después, un video preparándose para el cumpleaños de su hermana. Ambos funcionaron.

“Pensé: ‘A la gente le gusta ver estos vídeos'”, contó en una entrevista con Fashion. Desde entonces, comenzó a publicar todos los días y el crecimiento fue imparable.

Como consecuencia, las marcas no tardaron en llegar. Primero, asociaciones con firmas como Glow Recipe y Dior; luego, campañas publicitarias y hasta una columna mensual de belleza en The Cut.

En junio de 2023, cuando todavía cursaba el último año de secundaria en Vancouver y tenía dos millones de seguidores, firmó contrato con la agencia United Talent Agency.

Ese fue el punto de partida para una agenda de colaboraciones que no dejó de expandirse. Trabajó con Kosas, Caudalie, Make Up For Ever, OGX Beauty, Mugler, Too Faced Cosmetics, Neutrogena y hasta T-Mobile.

Con Glow Recipe, una recomendación casual en sus redes derivó en el desarrollo conjunto de un kit de rutina facial, Get Glowing With Me, y se convirtió además en el rostro de la línea Gentle Exfoliating de Cetaphil.

“Siempre me aseguro de ser lo más auténtica posible. No solo para mi público, sino también para mí misma, porque creo que la autenticidad es clave”, sostiene.

Ahora, convertida en experta #GRWM, Fang explicó que el éxito se apoya en una buena iluminación y algo “intrigante” que decir en los primeros cinco segundos para captar la atención del espectador.

Así, Fang pasó de ser una influencer poco conocida que compartía consejos de belleza y moda a tener su propia valla publicitaria en Times Square, mientras el número de sus seguidores no deja de aumentar.

Cuando no se viraliza, posa para portadas o asiste a eventos de marcas, es estudiante de la Universidad de Nueva York, ciudad donde compró su primer departamento. Antes había comenzado la carrera de periodismo en la Universidad de Victoria, aunque luego se volcó a los negocios, según Girls’ Life.

No es solo una joven que le habla a su celular: es amiga de la gimnasta olímpica Suni Lee y a comienzos de este año celebró en Barbados junto a Rihanna. Un recorrido que confirma que, en la economía de la atención, la autenticidad también cotiza —y muy alto—.